viernes, 21 de septiembre de 2012

Sensatez




En la vida existen miles de sanciones descubiertas y otras tantas por descubrir. Pero qué tanto se sabe o se sabrá sobre la única sensación capaz de hacer sentir dios a un hombre. Rozar un cuerpo femenino se asemeja al sonido que provoca el romper de las olas de un mar desierto. Sentirse vencedor en una batalla que se sabe perdida, pues ante tales seres nos proyectamos guerreros cuando en realidad somos tan solo unos prisioneros. La piel femenina, siempre suave siempre dispuesta  a ofrecer calidez, imita y crea una especie de ritual sagrado. Adentrarse en él es una tarea que no todos saben cumplir, porque lo especial no reside en una entrada presurosa, carente de un sentimiento que solo una fémina puede producir en el hombre, mero mendigo de aquella anhelada piel, sino en entender lo efímero que resulta el momento, porque solo ahí podrá comprender cuánto aprecian las damas al menos un poco de sensatez lujuriosa.

Seamos hombres, seamos caballeros, seamos tan solo creadores de placer.